Tras una noche aderezada con ronquidos, salimos de Negreira aún de noche, después de atravesar un bosque pasamos por Zas. Cuando ya habíamos recorrido unos 9 km, subimos al albergue de Alto da Pena, donde desayunamos.


Una vez repuestos de la primera caminata, bien satisfechos con el desayuno, proseguimos nuestra ruta por pistas y carreteras, después de O Cornado, nos apartamos brevemente del Camino a la derecha para buscar los restos del campamento romano más grande de toda Galicia, búsqueda que resultó infructuosa, pero al menos pudimos disfrutar aún más de la belleza del paisaje. Posteriormente tras pasar un puente de hormigón sobre el rego de Alás y una pequeña playa fluvial pasamos por a As Maroñas, para después en Santa Mariña hacer un breve descanso en Casa Victoriano en el que dimos cuenta de una riquísima tortilla de patatas.




Seguimos nuestro camino, pasamos por pequeñas aldeas: Bon Xexús y Gueima. Después empezamos a subir por una ladera del Monte Aro. Llegamos a un mirador donde coincidimos con otros peregrinos, disfrutamos de las vistas del embalse de Fervenza, más adelante, fuera del camino, es posible subir a la cima del monte Aro (unos 500 m.), yo decido subir, animado porque allí se encuentra un muro de un castro celta, de nuevo otras desilusión, aparte de la belleza de las vistas y un vértice geodésico no encontré nada más que follaje.
Finalizamos el día en el albergue Monte Aro, con todo lo que un peregrino necesita y donde disfrutamos de una animada cena «caminera» con la buena compañía y las animadas conversaciones de otros peregrinos.




En nuestro segundo día de ruta, el Camino se hizo más rural, seguimos disfrutando de la belleza de los campos gallegos. Aunque nos llevamos dos decepciones, pues ni conseguimos ver el campamento romano ni el muro del castro celta, estos desvíos nos dieron la posibilidad de ver otros paisajes que de otra forma no hubiésemos visto, y es que algunos peregrinos reincidentes somos millonarios, pero millonarios de paisajes.
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