En esta última etapa, salimos muy temprano, aún no había amanecido, y es que deseábamos llegar pronto a Fisterra para poder visitar con tranquilidad el pueblo y su mítico faro. Nuestro primer reto fue la subida al monte Facho de Lourido, tras la bajada pasamos por Morquintián, fotografiando su crucero.


Seguimos bajando, pasando por Guisamonde y Frixes, atravesamos el río Castro por el puente, construido en 2010, y observamos los bloques de piedra, por los que antes pasaban los peregrinos. Después de 1 km, más o menos, llegamos a Lires, sin encontrar ningún bar abierto, por lo que paramos delante de la iglesia de San Estevo, para reponernos con las pocas provisiones que llevábamos. La iglesia se construyó en el siglo XVII, sustituyendo a una medieval, que solía inundarse por encontrarse muy cercana a la ría.



San Estevo de Lires.
Seguimos nuestra ruta, tras pasar por A Canosa, a la derecha podemos observar la playa do Rostro, llegamos a Buxán, donde descansamos y tomamos café en un peculiar sitio, más parecía una comuna hippy que un bar, fueron muy amables y al fin pudimos tomar algo caliente.


Ya repuestos y contentos por la cercanía de Fisterra, continuamos nuestra marcha, pasamos por As Escacelas y después nos detenemos brevemente en la iglesia de San Martiño de Duio y tras unos dos kilómetros llegamos a Fisterra.


Tras la reglamentaria ducha en el albergue de Sonia Buen Camino, que nos gustó mucho, elegimos para comer Leo´s bar, de donde salimos bastante satisfechos.
A pesar de la lluvia me dispongo a ir al Faro y a la iglesia de Santa María de las Áreas.
La iglesia se encuentra en la salida de Fisterra, camino del Faro, se trata de una iglesia románica que ha sufrido a lo largo de los siglos muchas modificaciones y ampliaciones, se tiene constancia de que estaba anexa a un hospital de peregrinos. En esta iglesia, en una capilla barroca, recibe culto el Cristo de Fisterra, «Santo da barba dourada»






Ni la lluvia, ni los vientos, tampoco el cansancio impidieron mi camino al Faro, era mi última etapa, disfruté de mis últimos pasos en post del «Finis terrae», donde muere el sol. No, esta vez no pude ver morir al sol, una gran niebla rodeaba el faro, y hasta el mar era difícil de vislumbrar, ello hacía más sobrecogedores estos paisajes. En Fisterra es imposible sustraerse de la historia y de la poesía.
Álvaro Cunqueiro en su «Camino de Santiago» nos lo explica así:
«Allí acababa la tierra conocida y comenzaba el océano que, según Séneca, rodeaba la Tierra. Aquí estaba en la última ciudad de la ecúmene, Duyo, ahora enterrada bajo la arena. Desde Fisterra, las legiones romanas vieron hundirse el sol en el Mar Tenebroso con «religioso horror». Un gran faro preside las rutas del mar. Una grave emoción quedará en el alma del viajero, quien irá a la iglesia del pueblo marinero y pescador a orar ante el Cristo que vino por el mar.»





Aquí finalizó nuestro camino a Fisterra, ha sido muy distinto a caminar en verano, hemos disfrutado de mucha tranquilidad, no hemos encontrado problemas de alojamiento, hemos ido a nuestro ritmo, todo ello nos hace plantearnos el peregrinar en estas fechas. Abrumados por la belleza de estos parajes, prometemos volver.
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